Es lícito que personas o grupos se reúnan para concretar objetivos particulares. Ahora, si para conseguir esos objetivos no les interesa violentar las normas básicas de la sociedad o de las estructuras que los contienen, y además causan perjuicios al resto de las personas que conforman las mismas, ese agrupamiento se convierte en una mafia.
Situación que se agrava si los miembros son políticos que evidentemente fueron elegidos para otros fines.
Lo anterior es lo que ha ocurrido con la mayor parte de la oposición política de nuestro país. Se ha unido a partir de acuerdos espurios, porque todos sabemos que no tienen nada en común. Por el contrario, han tenido, en el pasado como en el presente, enfrentamientos resultantes de intereses y posiciones - por ellos manifestado - irreconciliables.