miércoles, 29 de octubre de 2008

ROBANDO PARA LOS CEO's

¿Estamos presenciando el desmantelamiento del sistema capitalista? Creemos que no. ¿Por qué? Porque un sistema mundial (y local) que constituye un ordenamiento político, social y económico predominante está principalmente sostenido por un “espíritu” cultural que, aún entre los que sólo están ausentes o fuera de sus estrechos márgenes, estructura pensamiento y conducta del grueso de la sociedad, aún cuando ello se realice a costa de sus propios intereses.


Lo ideológico, considérese éste de base científica o no, puede constituir un diagnóstico o un conocimiento a priori y hasta una sentencia previa, un juicio de valor irreversible sobre la naturaleza de un orden corriente. Pero no se reemplaza un sistema por la mera aplicación de una ideología desde la definición programática y de su eventual aplicación a través de la acción de un gobierno.

Sin embargo es necesario destacar que las crisis económicas como la que hoy se desarrolla, y que afectará en menor o mayor medida al mundo en su conjunto, son manifestaciones periódicas de la naturaleza misma del capitalismo, que a partir de su funcionamiento “natural” genera las condiciones para sus propias crisis.

Sintéticamente se trata de dos o tres elementos, imprescindibles para el funcionamiento del sistema, que se combinan creando esas condiciones:

La propensión del sistema a la maximización de las ganancias a través de la optimización de la relación precio/volumen a través de los mecanismos de oferta/ demanda, que por otra parte desacopla la relación precio/costo de los bienes y servicios comerciados.
La necesidad de mantener determinados niveles de desocupación estructural a fin de mantener bajo control el valor de los salarios, regulados a partir de la existencia de un excedente permanente de oferta de trabajadores desocupados pero que al mismo tiempo limita la capacidad de consumo y por ende de la producción global del sistema.
La generación, de este modo, de rentas extraordinarias que quedan constituídas como capitales financieros, sin posibilidad de aplicación productiva, so pena de aumentar la demanda de trabajo y la oferta de bienes, lo que impulsaría paralelamente a la baja el precio de los bienes y a la suba a los salarios, y reduciendo de este modo los márgenes de ganancia de capital.

Dichos capitales financieros, que se multiplican y autonomizan vía instrumentos de ingeniería financiera autoreferenciales de valor, no tienen otro destino que generar burbujas que tarde o temprano terminan por producir crisis financieras como la presente, cuyo más grave consecuencia es la de interrumpir el circuito de financiación para la economía de producción.

Ahora bien, ¿es esta, como tantas otras crisis el preámbulo del fin del capitalismo? Creemos que no, que todo lo contrario. Crisis como esta sólo son el preámbulo de modificaciones en la estructura de control del capital. Decimos esto en el sentido de que los sujetos “perdedores” representan la existencia simétrica de otros sujetos “ganadores” en la crisis. Seguramente, con el tiempo se irán manifestando abosorciones, fusiones, adquisiciones de grandes complejos económicos y financieros, con una mayor concentración del capital y del control de los mercados. Lo que de por sí constituye el huevo de la serpiente de la siguiente gran crisis.

En estos días de tensiones y crisis muchos han creído ver en la intervención del estado, particularmente del estado norteamericano, el fin del paradigma neoliberal de mercados libres autorregulados. Tampoco compartimos ese criterio. Si bien es cierto que a los ojos del gran público esa intervención constituye una clara demostración del fracaso de las teorías neoliberales, no podemos dejar de señalar que el estado no es, de por sí, una organización con un unívoco contenido u orientación. El estado norteamericano es un estado ganado hoy día por el espíritu neoliberal, por esa cultura a la que hacíamos referencia al comienzo de la nota. Y su intervención está orientada a reparar y reproducir el funcionamiento del sistema en orden a como lo venía haciendo hasta hoy. Su intervención no está dirigida a regular las condiciones de funcionamiento de la economía y las finanzas. No tiene por objeto regular y limitar la creación de ganancias extraordinarias, no viene a equilibrar los ingresos de capital y el trabajo, no tiene por objeto limitar la creación, circulación y movimientos especulativos del capital financiero excedente.

Desde este punto de vista es evidente que existen distintas caracterizaciones del rol del Estado. Y que no toda acción de estado puede ser equiparada.

Este aspecto adquiere particular relevancia en nuestro país. Ya que en USA el estado ha sido salvaje o moderadamente liberal en casi todo el transcurso de su historia, particularmente en las últimas décadas. Es eso lo que explica que USA se haya constituído en el santuario del gran capital, y el estado norteamericano en su primordial promotor y protector, ideólogico y disciplinario.

En nuestro país el estado ha desempeñado alternativamente el rol del Estado regulador, (rol que ha sido asumido, generalmente, por gobiernos de carácter nacional y popular), y el rol del Estado neoliberal. Este último ha sido desempeñado por gobiernos elegidos democráticamente en algún caso y generalmente por gobiernos de facto de carácter autoritario y violento.

Esa dicotomía entre dos regímenes diferentes de Estado, no suficientemente explicada o visible para el grueso de la población, (especialmente para aquel sector de la población más permeable, ya sea por su integración en el sistema como por su labilidad a la propaganda indirecta del sistema), ha generado una actitud refleja en la opinión pública, que reacciona ante la iniciativa del Estado, como si Estado fuera sinónimo de dictatorial, antinacional y antipopular que durante tanto tiempo hemos sufrido, sin diferenciar su conformación, contenido, orientación y los objetivos del mismo, atribuyéndole automáticamente a la misma un carácter compulsivo, autoritario y exaccivo.

Ejemplos de eso se vieron en el reciente, y latente, conflicto con las organizaciones patronales del campo. Cuando sectores de la población objetivamente opuestas a las pretensiones de los agraristas constituyeron una parte importante de la base política del sistema y hasta encumbraron a un carácter de “heroe cívico” a un político inseguro y oportunista.

Esa confusión de parte del pueblo es generadora de graves contradicciones, como es la de exigirle al gobierno la mejora de la distribución del ingreso, la eliminación de la pobreza y la indigencia, y al mismo tiempo oponerse a la aplicación de regulaciones, como son el establecimiento de subsidios, impuestos y regulaciones.

De modo similar se está comportando cierto sector social en relación al proyecto de derogación del sistema de jubilación privada de capitalización. Desde ya, interesadamente excitada por los intereses afectados, a través de los medios masivos de comunicación.

No se manifiesta en ningún análisis que, hoy día, el nivel de recursos de ciudadanos aportantes del sistema de AFJP, a disposición de diez o doce conglomerados empresariales, controlados por grandes bancos, nacionales y/o extranjeros, están en orden a unos u$s 30.000 millones de dólares. Una cifra muy cercana a las reservas del BCRA. ¿Alguien se pregunta cuál sería el efecto desestabilizador para los ciudadanos argentinos de esta inmensa masa de recursos financieros puestos a especular afectando los intereses económicos del país?¿No es ésta acaso una película ya vista en el golpe que liquidó al gobierno democrático del Dr.Alfonsín, aún cuando contaban con menor poder financiero? ¿Es posible que importantes sectores, entre ellos del propio radicalismo “olviden” ese antecedente?

Esa “pantalla”, que es la que vemos todos los días, oculta que el accionar de los “mercados libres autorregulados” tiene constantemente consecuencias exaccivas y confiscatorias. Pero aún cuando las mismas se presenten como resultado del “riesgo” propio del sistema no son asumidas por los propietarios del gran capital o sus gestores que siempre cobran comisiones positivas, aún cuando la rentabilidad que generan no lo sea, si no que intentan que las pérdidas que generan (quienes vienen “haciendo caja” desde hace 14 años con nuestro dinero) sean tranferidas, por una u otra vía, al ciudadano indefenso, para lo cual necesitan el concurso de estados neoliberales que “dejan hacer, dejan pasar”..

Entendemos que este tipo de escenarios deben ser desarticulados para dar lugar a una mayor racionalidad, a partir de la acción política y a través de la organización y participación popular. Materia en la que el gobierno del Estado y la Conducción del Movimiento Peronista siguen en claro déficit.

Cada encrucijada es, en ese aspecto, una gran oportunidad. No perdemos la esperanza de que cada una de ellas sea aprovechada.
Ricardo Greco





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