sábado, 8 de noviembre de 2008

IDEA Sociedad de Responsabilidad Limitada

Jorge Romero Brest sostenía que la pintura de caballete había muerto, que desaparecidos los mecenazgos de la aristrocracia postrenacentista y sus salones ya no tenían en esos espacios su lugar natural. Ya no son la nobleza y la aristrocracia las promotoras y financistas del arte. Ahora son las empresas, las corporaciones dueñas de las marcas, las que cuentan con recursos financieros excedentes. Por eso, dice, el arte de la última parte del siglo XX, e indudablemente de éste, es el arte que "està en la calle", en comprensible referencia a la publicidad. Los avances técnicos de la industria gráfica y otras han posibilitado la aparición de murales publicitarios de grandes dimensiones y de una calidad desconocida hasta ahora que capturan nuestros sentidos. A eso se suma el desarrollo y la penetración de todos los medios de comunicación: diarios, revistas, canales de TV, telefonís celular, internet.



Habitualmente la imagen que nos vende del sistema bajo el cual vivimos (y nunca mejor empleado el término "bajo" dado que el sistema está por encima de todo y de todos) es espléndida, elegante, glamorosa, abundante, simpática, satisfecha. Y no tanto por la propaganda ideológica que despliega a través de sus instituciones, dirigentes, medios e intelectuales, si no a través de la publicidad comercial.


Si el arte cumplía, hasta el advenimiento del pensamiento de posguerra, el rol de afirmación o cuestionamiento de los principios filosóficos, sociales y/o religiosos de cada época, ¿a qué viene este "nuevo arte" del que la publicidad es su manifestación más difundida?


Este nuevo arte no pone frente a nuestras miradas ni a Dios, ni al Universo, ni al Hombre, ni al Orden del Mundo. La publicidad viene a poner ante nuestras miradas a los protagonistas por naturaleza del capitalismo: la mercancía y el dinero. Es la provocación del deseo.


Pero ¿qué es lo que el capitalismo produce?¿lo que las sociedades necesitan?¿o produce aquello que les asegura un mayor grado de ganacias? No es difícil contestar con honestidad intelectual estas simples preguntas. Cuando las empresas buscan un negocio eligen aquel que les asegura un "cliente" que puede pagarles el mejor precio. Eso es lo que conduce a un sistema dirigido a un "mercado de minorías" que se retroalimenta y termina en crisis periódicas. Mientras tanto, las necesidades de vastos sectores de la población mundial siguen absolutamente insatisfechas.


No existe entonces una asiganción racional de recursos a través del mercado, existe una asignación de recursos que obedece a una racionalidad específica: la racionalidad de la retribución al capital, esto es la tasa de ganancia. Tampoco existe entonces "el círculo vicioso de la pobreza", o si lo existe es, secundariamente, consecuencia del "círculo vicioso de la riqueza". La pobreza vendría a ser, según ese desgraciado eufemismo inventado por estados unidos, un "daño colateral".


A ese escenario venimos asistiendo desde las revoluciones industriales, por lo menos. Cada vez con mayor dramaticidad. Hoy mismo también.


En ese marco de cosas palpita en nuestra memoria un pensamiento del movimiento peronista: "es preferible una pequeña nación de hombres felices que un gran país de hombres desgraciados". ¿Cuándo algunos sectores de nuestra sociedad manifiestan su molestia ante medidas de gobierno que creen contrarias a las oportunidades que nos brinda la coyuntura y el mundo, están actuando en pos de objetivos comunitarios que apuntan a esa construcción de una nación de hombres felices? ¿O están pensando en la oportunidad, que como sector tienen, de enriquecerse, al margen del destino que tenga su comunidad y el mundo mismo? Tampoco es difícil contestar a estas preguntas apelando a la honestidad intelectual.


Es cierto que la construcción de una pequeña nación de hombres felices no es un objetivo de interpretación sencilla. Comencemos por reconocer que en un mundo dominado por una potencia mundial agresiva, autoritaria e irrespetuosa de los derechos de países soberanos, es muy difícil sobrevivir como una pequeña nación. Continuemos por admitir que es necesario definir el contenido del concepto de felicidad. Sin embargo, a pesar de esas dificultades, es indudable que un debate social, filosófico y político en esos términos es mucho más enriquecedor que los debates que hoy se imponen en los medios. Y también que algunas experiencias de la historia, propias y ajenas, existen para orientar y justificar el sentido de ese debate.


Entendemos que una de las misiones y esperanzas que el peronismo trajo a este pueblo y al mundo es la construcción política de una tercera posición, hoy olvidada. Que nuestra propuesta superaba las experiencias históricas de las tendencias dominantes entonces. Ambas autoritarias y antidemocráticas. Ambas, como efecto de su competencia propagandística, orientadas a objetivos materiales y económicos superfluos. Ambas, como consecuencia de sus idelogías internacionalizantes y hegemónicas, predispuestas a imponerse a la fuerza sobre pueblos y naciones débiles. Es claro también que la debacle de una de las potencias en pugna no ha dado un mundo mejor si no todo lo contrario y que en ese marco la sobrevida de las pequeñas naciones aparece mucho más comprometida.


En orden a esa orientación tercerista, a nuestro entender, la misión del peronismo y caracterización distintiva es la construcción de una comunidad basada en la responsabilidad y la solidaridad social en democracia, cuyo desarrollo vaya consolidándose a través de las instituciones de un Estado sintetizador de lo nacional y lo comunitario.


Estamos algo distraídos de esos objetivos. Mientras tanto, en nuestro medio, se manifiestan conceptos altamente contaminantes de un espacio político saludable en el cual se debatan estas cuestiones en un marco de honestidad.


En los últimos días, a raiz del proyecto de recuperación del regimen previsional argentino, se escuchan discursos atemorizantes. Se sugiere que se vive una "fiebre estatizadora". Se toman los casos de Aguas Argentinas, Aerolíneas y AFJP's como muestra de una escalada. Se olvida que todas esas empresas no fueron creación del sector privado, y se soslaya la verdadera fiebre anterior "la privatizadora". Se olvida que Aguas Argentina (francesas) incumplió históricamente sus obligaciones contractuales, que Aerolíneas Argentinas (españolas) demostró una incapacidad manifiesta en la administración y cuidado patrimonial de nuestra aerolínea de bandera y prestó pésimos servicios y que las AFJP's se constituyeron principalmente en administradoras de comisiones exhorbitantes no vinculadas con su responsabilidad en la gestión de fondos jubilatorios. Pero más allá de esto llama la atención de sectores medios de la sociedad, que son por lo habitual, los más perjudicados por la prestación de servicios caros y deficientes, muchas veces lindantes con el pillaje, a cargo de empresas privatizadas y/o privadas (transporte, telefonía, televisión, compañías de seguros, tarjetas de crédito, bancos, también AFJP's, etc) se presten a su defensa.


En ese marco se realizó en los últimos dìas el coloquio del Instituto de Ejecutivos de Argentina, que así se llama IDEA. El periodista Francisco Olivera, en una nota del diario La Nación del sábado 1º de noviembre ( http//www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota id=1065560 ) transcribe el siguiente diálogo: "¿Por qué la inclusión (en los debates de coloquio) sobre la propiedad privada?, le preguntó La Nación a Gustavo Ripoll, presidente de IDEA y directivo de Microsoft Argentina, durante la conferencia de prensa de cierre. "Bueno, es un valor que IDEA siempre defendió", fue la respuesta.


Nosotros nos preguntamos si la propiedad privada es un "valor". Creemos que no, que los valores (llámense así a principios morales, filosóficos, políticos o sociales) son otra cosa. Valores son la honestidad, la solidaridad, la generosidad, la responsabilidad. La propiedad privada es un interés, respetable tal vez, pero no es un valor comunitario constituyente. Interés que, por otra parte, siempre exhibe el límite de su responsabilidad cuando de lo comunitario se trata.

Ricardo Greco


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